Afición, ciega razón, asegura el refranero.— Cincuenta años de apegos teológicos creados nublan la vista del católico. Malas aficiones doctrinales no pasan en vano; ni sin daño, si duran decenios. Don Gonzalo Correas, en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales, de 1627, cita un refrán sinónimo: corazón apasionado no quiere ser aconsejado. El entusiasmo que, en tantos católicos, suscita el existencialismo francoalemán, no quiere atender razones.
—Y no nos referimos al existencialismo evidente, al de Sartre, que ese es fácil rechazarlo; sino al discreto, que se dice sólo existencial, como no queriendo serlo. Nos referimos a ese afecto insensato, que consejo no quiere, por la escuela de franceses y alemanes, por el espiritualismo liberal de tercer grado, el de la suave laicidad y la nueva cristiandad laica, el del sujeto partido en dos, individuo y persona, el del método de inmanencia y el positivismo religioso como un derecho humano. Se precisa, como la de Bloy, una exégesis de lugares comunes. Se necesita que caiga el paradigma humanista, como un castillo de naipes o una renovación de humo. Se necesita una vacuna, una triaca, una mano que no dude y quite la venda de los ojos, para que vean lo de siempre.
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