Sigue entristeciéndome hablar con ciertas personas y descubrir su forma de pensar. Piensan como los paganos y se supone que practican la religión. Es muy triste la verdad .(Nota del blog)
Continuamos el análisis de Gaudete et exsultate, siempre a la luz de Amoris laetitia, que es su referente conceptual.
Apostilla III
Queremos incidir en un detalle del punto 1 de Gaudete et exsultate al que no hicimos referencia en los comentarios anteriores.
Al justificar la importancia de la llamada a la santidad, la razón dada al comienzo de la exhortación apostólica es: «Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada.»
Pero, ¿consiste la santidad una especie de perfección natural de la propia personalidad? En la expresión utilizada, con sus tres adjetivos, encontramos resonancias naturalistas, como si la naturaleza aspirara a la sobrenaturaleza por una mera tendencia perfectiva, y en ese dinamismo autocompletivo consistiera la llamada a ser santo. Parece más bien una exhortación a la autenticidad personal que a la santidad. En línea, sin duda, con la perspectiva personalista y sus constantes llamadas a la espontaneidad personal y al dinamismo existencial de la propia realización.
—La santidad es considerada, bajo esta perspetiva, un necesario desarrollo del potencial humano, y no como lo que verdaderamente es, una elevación absolutamente gratuita por encima del orden creado, por la que se participa, en un grado eminente, de la naturaleza divina. (Elevación que Dios en modo alguno debe al hombre, puesto que, sin menoscabo de sus capacidades naturales, podría haberlo creado sin haberlo elevado). La expresión utilizada, pues, al oponer santidad con no-mediocridad, puede perturbar el carácter gratuito de la perfección cristiana.
—La oposición santidad/mediocridad, o mejor aún, la oposición santidad/vida sin sentido, es muy habitual en algunas formas de la nueva evangelización, sin duda influenciadas por el personalismo psicologista de Viktor Frankl y el comunitarismo de Mounier. La conversión, en este contexto, suele ser presentada como el descubrimiento del sentido existencial de la vida, como el acceso a una vida más auténtica, menos egoísta, menos individualista, más integrada en la comunidad. También recuerda al sobrenaturalismo de de Lubac, que no entiende la vida humana sin las exigencias perfectivas de lo sobrenatural.
La realidad, sin embargo, es que la gracia supone un salto inalcanzable para la naturaleza humana, que ni aun desarrollando al máximo sus potencialidades puede alcanzarla.
Oponer santidad a mediocridad, o vida inauténtica, o sin sentido, es confuso. El opuesto a la santidad es más bien el pecado. Siendo el estado de gracia lo opuesto al estado de pecado, y siendo la santidad el desarrollo eminente de la gracia santificante, hay que oponer, más bien, santidad y pecado, que santidad y mediocridad.
Grandísimo!!!!!!
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