En medio de este mundo oscuro y perverso, la luz del Obispo de Poitiers fue una antorcha encendida, que llevaba siempre en alto la Palabra de la vida (cf . Flp 2,15-16). Mons. Pie mostró en el siglo XIX una admirable lucidez y valentía para «combatir los buenos combates de la fe»(1Tim 6,12). Su gran Instrucción sinodal de 1854 sobre los principales errores de nuestro tiempo es el antecedente inmediato de los documentos del Papa Pío IX, la encíclica Quanta cura (1864) y el Syllabus o colección de los errores modernos
(1864), textos muy notables que el gobierno de Francia (la campeona de «la libertad de prensa») prohibió publicar. En estos grandes textos, lo mismo el Obispo de Poitiers que el Papa intentan mostrar con claridad a los cristianos tanto los errores entonces más vigentes como las verdades católicas que han de vencerlos con la luz de Cristo. Mons. Pie combatió, concretamente, con gran fuerza aquellas modalidades de naturalismo y del liberalismo, que afectaban a buena parte de sus hermanos obispos franceses, designados para tal cargo por el Gobierno. Apoyándose continuamente en la Escritura y en el testimonio de los grandes Padres y Doctores católicos, Atanasio, Hilario, Agustín,Belarmino, el Obispo de Poitiers combate incansablemente el naturalismo imperante en todas sus expresiones, el ateo, el agnóstico, el deísta, el racionalista y liberal, como también el catolicismo liberal que admite el reinado de Cristo en las conciencias, pero que lo considera perjudicial en las naciones.
Hay ya en el mundo muchos anticristos
Así lo afirma el apóstol Juan: «ésta es la hora última, y está para llegar el Anticristo, y os digo ahora que muchos se han hecho anticristos, y por eso conocemos que ésta es la hora última» (1Jn 2,18). El Cardenal Pie, comentando este texto, denuncia el anticristianismo filosófico, moral, social, político, el anticristianismo más radical que niega a Dios Padre, «sustituyendo la realidad de Dios por abstracciones y sueños que fluctúan entre el ateísmo y el panteísmo»; que niega a Jesucristo, el Hijo enviado por Dios, y al Espíritu Santo.« Es también anticristo el que niega el milagro; anticristo es el que niega la revelación divina en las Escrituras; anticristo el que niega la institución divina de la Iglesia…; anticristo el que niega la su perioridad de los tiempos y de los países cristianos sobre los países infieles, o que dice que el cetro de Cristo, suave y bienhechor para las almas, y aun quizá para las familias, es malo e inaceptable para las ciudades y los imperios»(Oeuvres II,194).
El Obispo de Poitiers, aludiendo a una afirmación muy significativa escrita por un político anticristiano, escribe: «Encarnando en la voluntad de la multitud el derecho supremo de dominar , hemos oído hace poco a la Revolución, en las columnas de uno de sus órganos más autorizados, que el entendimiento entre la Iglesia y la sociedad moderna seguirá siendo imposible mientras no hayamos quitado de nuestros programas la máxima de los Apóstoles, “que es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres”, dado que el artículo fundamental y en adelante indiscutible de nuestras Constituciones es que la ley brotada de las voluntades del pueblo no conoce nada por encima de ella, y que ella se impone, cualquiera que sea [aunque se trate, p. ej., del “matrimonio homosexual” o de la eutanasia, añado yo] a todas las conciencias» (II,682). Mons. Pie declaraba en una ocasión: «sé evidentemente que el Anticristo ha de venir un día, y ha de prevalecer. Pero Dios me guarde de haber figurado entre sus agentes y precursores» (I,681).
¡ que arda tu corazón!