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El 21 de mayo de 1972, Laszlo Toth, un geólogo australiano, húngaro de nacimiento, atacó la escultura de la Piedad de Miguel Ángel en la basílica de San Pedro en Roma. Mientras corría hacia la estatua con un martillo en su brazo en alto proclamaba: “Yo soy Jesucristo, resucitado de entre los muertos”. Cuando terminó el asalto sobre el mármol, había roto el brazo de la Virgen a la altura del codo, había sacado una porción grande de las cejas y aplastado la nariz. No se presentaron cargos contra él, dado que, al mismo tiempo que el mundo miraba horrorizado, las autoridades estaban convencidas de que sólo un loco podía cometer un acto como ése. Pasó dos años en un hospital psiquiátrico italiano y luego fue liberado y deportado a Melbourne, Australia, donde se cree que aún vive.
Este solo acto contiene en sí toda la locura de los últimos siglos: la creencia de que el hombre se ha convertido en Dios, la afirmación de la primacía de la voluntad individual, una furia ardiente contra las glorias del pasado y el bello arte que las encarnaba, el intento de quitar a la Santísima Virgen y Madre del lugar central que tiene en el plan de Dios para la redención del hombre, la falta de respeto hacia los santuarios sacros y la supuesta inocencia de todos los destructores. Irónicamente, ¿la misma basílica santa no había visto recientemente los trabajos del Concilio Vaticano II y la institución de una nueva liturgia construida por un comité a imagen del hombre? Más de un individuo parece haber golpeado martillos contra las glorias de las tradiciones de la Iglesia Católica y contra la liturgia de sacrificio y adoración divina.
La destrucción de la cultura cristiana ha tenido lugar durante siglos y los Laszlo Toth han sido demasiado numerosos y muy alabados para necesitar alguna clase de enume-ración o nombramiento. La estimulación de la destrucción ha impulsado la barca de la humanidad por el río del orgullo y las cataratas del olvido década tras década. Pocas vo-ces han elevado objeciones o tratado de alertar a los pasajeros para que intentasen evitar la destrucción que espera a la nave. Aquellos que lo han hecho serán apropiadamente honrados algún día. Y uno de los nombres en esa pequeña lista será el del Dr. John Senior: un hombre católico en una era de apostasía y un gran maestro en tiempos de arrogante ignorancia.
Podríamos decir que la profunda ruptura con la Tradición católica al imponer en 1969 el nuevo rito de la Misa, es en donde encuentra su origen la devastación litúrgica contemporánea.
¡ que arda tu corazón!
Apuntes tomados del libro “la muerte de la cultura cristiana” de John Senior
Así es, Belén. Pero todo renacerá, hagamos nosotros lo que buenamente podamos.
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Sí Carlos, pero mirando atrás y aprendiendo de los errores. Nos han enseñado que es tabú pensar que los hombres de Iglesia con el papa a la cabeza podrían haber tomado decisiones erróneas y nos han enseñado a que hay que tragar con todo, si viene de arriba y nos han dicho que es de soberbios sacar los defectos y que es de violentos querer pelear para conservar lo bueno y así están las cabezas y las mentes de nuestros hermanos católicos. Asustan al miedo …
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Han sacado de su contexto ese “rendir el propio criterio” del que habla nuestro Padre en Camino, en el capítulo “Penitencia”.
Ignoran a Chesterton: Al entrar en la Iglesia, el católico debe quitarse el sombrero, nunca la cabeza.
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