es una crisis de la mente eclesial, que quiere obedecer más de lo conveniente, y quiere mandar más de lo conveniente. Y que cree, como potencia absoluta, que la autoridad es dueña del bien y del mal.
Conviene recordar aquí unas pertinentes palabras de Ratzinger:
«El Papa no es en ningún caso un monarca absoluto, cuya voluntad tenga valor de ley. Él es la voz de la Tradición; y sólo a partir de ella se funda su autoridad.» (Joseph Ratzinger, en la presentación de Mulieris digintatem. 30 de septiembre de 1988)
Y en su homilía en la toma de posesión de su cátedra en la basílica de San Juan de Letrán, 7 de mayo de 2005:
«El Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley. Al contrario: el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra. No debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse constantemente a sí mismo y la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, frente a todos los intentos de adaptación y alteración, así como frente a todo oportunismo.»
¿Tan difícil es de entender? ¿ Y de explicar?
¡Que arda tu corazón!
Artículo completo:
Muchas gracias.
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